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EL NATURALISTA Y LAS LAGARTIJAS

  Vio en una huerta
dos lagartijas
cierto curioso
naturalista.
Cógelas ambas,

y a toda prisa
quiere hacer de ellas
anatomía.
Ya me ha pillado
la más rolliza;

miembro por miembro
ya me la trincha;
el microscopio
luego la aplica.
Patas y cola,

pellejo y tripas,
ojos y cuello,
lomo y barriga,
todo lo aparta
y lo examina.

Toma la pluma;
de nuevo mira,
escribe un poco,
recapacita.
Sus mamotretos

después registra,
vuelve a la propia
carnicería.
Varios curiosos
de su pandilla

entran a verle;
dales noticia
de lo que observa:
unos se admiran,
otros preguntan,

otros cavilan.
   Finalizada
la anatomía
cansose el sabio
de lagartija.

Soltó la otra
que estaba viva,
ella se vuelve
a sus rendijas,
en donde, hablando

con sus vecinas,
todo el suceso
les participa.
«No hay que dudarlo
no —les decía—

»Con estos ojos
lo vi yo misma.
Se ha estado el hombre
todito un día
mirando el cuerpo

»de nuestra amiga.
¿Y hay quien nos trate
de sabandijas?
¿Cómo se sufre
tal injusticia,

»cuando tenemos
cosas tan dignas
de contemplarse
y andar escritas?
No hay que abatirse,

»noble cuadrilla,
valemos mucho,
por más que digan».
¿Y querrán luego
que no se engrían

ciertos autores
de obras inicuas?
Les honra mucho
quien los critica.
No seriamente;

muy por encima
deben notarse
sus tonterías;
que hacer gran caso
de lagartijas,

es dar motivo
de que repitan:
valemos mucho,
por más que digan.

A ciertos libros se les hace demasiado favor en criticarlos.

firma autógrafa
Tomás de Iriarte


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facsímil Facsímil Edición 1872
facsímil Manuscrito 3.751 de la Biblioteca Nacional