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              IDILIO TROPICAL

En una margen del patrio río,
hice despojos de un carrizal;
y aleó una choza sobre un pantano,
siempre más puro que una ciudad:
en cuatro robles clavó mi techo;
y de las vigas luego colgué
flexible hamaca, que me adormece,
como canoa, con su vaivén...

Cuando la luna se ve en el río,
me halla durmiendo sano y feliz,
y cabecea sobre las ondas
cual si quisiese también dormir;
y en las mañanas, cuando el sinsonte
abre el estuche de su canción,
bajo la hamaca donde he dormido,
las huellas tibias buscando voy
de la culebra que se enroscara,
de la tortuga que ya se fue
y del tigrillo que hundió en el fango
como en un molde sus cuatro pies.

Súbito, truena mi carabina
contra la playa que cerca está;
y me saluda con sus bostezos
despreciativos largo caimán:
las garzas vuelan despavoridas;
y, sobre el biombo del cielo azul,
pintan sus equis cuando se quiebran,
como si fuesen aspas de cruz.

Y en el boscaje persigo el tigre;
y en las cavernas, en lecho en flor,
le hallo durmiendo; y alzo el machete
con que le parto su corazón:
gruñe; me fija las esmeraldas
de sus dos ojos; rueda hacia atrás;
tiembla; recoge sus zarpas finas;
se apelotona para saltar;
y al fin, la sangre, que ensaya un charco,
como una ola lo echa a mis pies:
¡y son iguales a sus pezuñas
todas las manchas que hay en su piel!

Después, en alto cuelgo el machete
de que chorrea sangre mortal,
como la lengua del mismo tigre
que en una horca colgado esta...

Tal es mi vida. Las hojarascas
que me ensordecen con su rumor,
viven bailando sobre mi choza
como una eterna conversación;
y un cocotero saca el penacho,
donde hay dos frutos en un vaivén,
como cabezas do dos salvajes
que en una lanza clavase un rey.

Tal es mi vida. Si tú lo quieres,
ven, que la hamaca te mecerá;
ven, que los cauchos te darán sombra;
ven, que las fieras te lamerán;
y en este río, tendrás, entonces,
plumas de garza, brillos de pez,
aves de iris, flores de seda,
frutas de oro, cañas de miel.

Pero ¡ay! no vengas; que las montañas
tienen miasmática exhalación,
que incendia fiebres como el ensueño
y que consume como el amor.

Yo sí he nacido para esta zona,
donde, meciéndose en un compás,
criollas, sierpes y cocoteros
siempre han tenido cintura igual.

Yo sí he nacido para esta zona;
porque esta zona tiene a la vez,
las tentaciones y los encantos...
¡y los peligros de la mujer!

autógrafo

José Santos Chocano


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