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        CARTA IMPROVISADA

          Señor Jenaro Tanco.

Carísimo Jenaro:

                              Según veo
Por tu preciosa epístola poética,
Conserva aún tu corazón deseo,
Y aún arde tu alma en el amor frenética,
Aún no ves el mundano devaneo
Con mirada serena y aritmética,
Y aún no has gustado de la fuente mía
De helada y habitual filosofía.

Qué demonios te importa, ¡vive el cielo!
Que te ame una mujer o no te ame,
Y que al través del encantado velo
Tu voz verdugo o serafín la llame,
Si cuando más levantes tu almo vuelo
Ella su prosa de cocinas lame,
Y al escucharte hablar se queda lela
Con sentimentalismo... de panela.

Quítale la graciosa mascarita
Que ha pintado el demonio en su semblante,
Y la más remilgada y más bonita
Queda hecha puro polvo en el instante.
Su corazón de a cuarto  no palpita
Sino por lo palpable  y lo sonante,
Y de criada a reina las mujeres
Son todas una indormia de placeres.

Y nada más: el corazón del hombre
Es el más consumado estatuario,
Toma un poco de lodo, le da un nombre
Y se postra a adorarlo visionario;
No hay charco que de mármoles no alfombre,
Siempre saca una hurí de un dromedario,
El lo adorna, lo pule, lo bautiza,
Y con su propio error se martiza.

¡Oh! no hubo corazón más ambicioso
Que el corazón desencantado mío:
El rebuscó sin tregua ni reposo
La dulce realidad del desvarío,
La mujer ideal buscó afanoso
Del valle ardiente hasta el nevado frío,
Y no encontrando más que una parodia
Pronto cantó en amor la palinodia.

Yo por mi desventura no tenía
Mi espiritual y límpido tesoro
Sino (para seguir la alegoría)
En puras y redondas onzas de oro.
Brindé negocios de mayor cuantía
A todo un virginal radiante coro,
Y al recibir papel falsificado
Derroqué mi fantástico Dorado.

Las contemplé ruines como insectos
Y las volví la desdeñosa espalda
Como a esos pozos pérfidos, infectos,
Cuya agua el labio del sediento escalda.
Vi que todos sus votos, sus afectos
Los guardan las mujeres en la falda

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Hé aquí, pues, cuáles son, Jenaro mío,
En amor mis principios, mi creencia:
Al fondo de la copa está el hastío,
Al fondo del tormento la experiencia.
Aquí en estas octavas yo te envío
De mi exprimido corazón la esencia,
Y espero firme que gustando de ella
Mandes a un cuerno a tu adorada bella.

Bogotá, marzo 16: 1855

autógrafo

Rafael Pombo


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