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        LA POBRE RICA

Un sultán opulento,
Tanto que ni en las noches orientales
Soñó el mortal magnificencias tales,
Y cuyo enorme imperio se extendía
Como la luz del día,
Allende el hombre, el bruto, el mar y el viento;
Murió, pues de morir no estaba exento,
Y dejó catorce hijos, y partida,
Para evitar innatural pendencia.
En trece, no en catorce, su opulencia.

A dos varones, predilectos suyos,
Asignó un par de imperios y de cortes,
Vasallos en innúmeras cohortes
Y montes cien de rica argentería.
A su hija la más bella, a la que envidian
Los fúlgidos cocuyos
Por su pecho de fuego; a la encarnada
Cual la flor de granada,
Legó su portentosa joyería
De esmeraldas y perlas, y un palacio,
Laberinto sin fin de galerías

Entapizadas de oro, y de oro blanco,
Donde revuelan lindas mariposas
De plata y esmeralda, y vibra el canto
De aves que adornan piedras mil preciosas.
Repartió lo demás de prendas de oro
A otras cinco princesas, y a la sexta
Tocó de ópalos raros un tesoro
Fijó el haber de los demás varones,
Con lo restante, dando de los hijos
Al de índole modesta
Al menos pedigüeño y más distante.
Sólo un montón de cobre,
Con el designio de dejarlo pobre.

Otra hijita tenía
Que por enana, humilde y mal formada
Nunca le cayó en gracia, ni una joya
Le regaló jamás. Esa infelice
Abandonada en el rincón vivía
De un mísero cortijo;
Ningún hermano su derecho apoya,
Y al testar el sultán quedó olvidada.
Mas llamola al morir, y así le dijo:
—«Hija, ya no me resta prenda alguna;
Pero poco te basta por fortuna.
Y no eres dada al fausto y al derroche.
Ten tu rincón; y a más se te adjudica,
A falta de oro, el título de Rica».

Muerto el papá sultán, Alá indignada
Por su mal corazón, envió esa noche
Un ángel a la huérfana en su sueño,
Y éste le dijo así:—«Vengo enviado
Por el que toda iniquidad repara,
El que al huérfano ampara
Y al mísero indemniza y al pequeño.
Tu padre te ha dejado por herencia
Nombre de rica, bárbara ironía,
Y a otro de tus hermanos la indigencia:
Pero Dios burlará su burla impía.
A aquellos que han quedado en la opulencia
Ella los pudrirá: de sus tesoros
Brotarán el capricho, el ocio, el juego
Que los disipará cual meteoros
Para purgarse y corregirse luego.

»A tu hermano el más pobre
La sensatez, el orden, la modestia
En oro y gloria tornarán su cobre,
Y en cuanto a ti, desheredada niña,
Toma esta rama, plántala al momento
En tu pobre campiña;
Su fruto es milagroso: el que lo coja
Será honrado, feliz, fuerte, opulento
Y extraño al fuego y la feroz rapiña».

Y aquel ángel venido en forma de hombre
Despareció: Velarde fue su nombre;
Era el café la misteriosa rama
Que trajo del Edén; y es Costa Rica
La huérfana feliz, la pobre rica.

autógrafo

Rafael Pombo


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