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            EDDA

              VII

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Si sólo amar y ser feliz supiste,
Nada supiste: ¡aprende a padecer,
A esperar...! Para una alma generosa
Es el dolor la escuela de la fe.

El despecho es pasión de almas cobardes,
Dios para la virtud hizo la lid.
¿De todas las humanas esperanzas
No es nuestra la mejor, la de morir?

La que nunca engañó, la que contuvo
El brazo del suicida, la que ayer
Feliz me hizo llorar y hoy a mis labios
Devuelve la sonrisa del placer.

¡Muerte, yo te bendigo! a ti, el más grande
Entre todos los ángeles de Dios;
Tú, la amada del mártir y del justo;
Tú, que hiciste de Cristo el Redentor!

¡Tú, el odio de los malos, que a tu nombre
Ríen temblando, y generosa tú
Les pagas transformándolos en ángeles,
De la agonía en la tremenda cruz!

Bendita seas, santa mensajera
De los dones más bellos del Señor:
¡La verdad y el perdón! ¡Bendita seas,
Muerte, tú que nos das al mismo Dios!

Al ver tu sombra, al evocar tu nombre
Es mentira el dolor; tú eres augur
Que haces de cada pena una esperanza,
Y de cada infortunio una virtud.

¡Y de una joven buena, a quien el cielo,
Negando sólo un don, la veleidad,
Dio alma de niña para ser dichosa,
Corazón de leona para amar!

¡Y que amó tanto a quien la amaba tanto,
Y en la mejor mañana de su amor,
De los alegres sueños de la novia,
Viva entre su sepulcro despertó...!

Y se halló sola, y niña todavía,
Ante años infinitos de pesar:
Amando aún, y amando más que nunca
A quien era un delito nombrar ya.

¡Sola entre dos eternos infortunios:
Infamia y desamor, presa tal vez
De esa mundana compasión que insulta
La dignidad de una infeliz mujer!

Y bien, de esta infeliz, tú. Muerte, has hecho
La mujer más feliz: ésta soy yo
Que alzo el himno del mártir en la hoguera,
Fuerte, con la esperanza puesta en Dios;

En Dios, fuera del cual todo es engaño;
En Dios, que sé que no me engañará...
Cual me engañaste tú, ¡oh amigo mío!
Tú, que cual nadie, me supiste amar.

¿Es largo el plazo para ti? ¿No sientes
En el tiempo, en tu propio corazón,
El rápido torrente que nos lleva
A ese abismo, a ese océano de amor?

Recuerda tú que el mismo Dios da ejemplo
De merecer y amar; recuerda tú
Que el verdadero amor es cruz y es muerte;
¡Sé pues, hombre como Él: carga tu cruz!

autógrafo

Rafael Pombo


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Poesía Amorosa