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A doña Alejandra Ganzo, viuda de Cas

Fue una noche de tantas.
Llantos desenterrados
crispaban, aturdían, desolaban.
Terremoto de puntos cardinales,
el viento no cedía.
Tiempo falta a la mar para entenderse
con nuestras soledades. Le pedimos
todo lo que no tiene:
libertad y esperanza.
La mar siempre está entera,
ni se desdobla
ni se rompe en pedazos.
Tan ella es, tan toda,
que ni siquiera una noción de espejo
le pasa por las mientes.
No se sabe idear más que en sí misma.
Hombre que al mar le pides imposibles,
mata ya al limosnero que te habita.
La mar salva o ahoga,
pero no es artesana de los sueños.
Si quieres libertad hazla en ti mismo,
nadie te la construye a la medida.
Y es cobarde esperar. Jamás tus manos
le tomarán el pulso a tus anhelos
si en los demás proyectas tu derrota.
Aprende la lección que has olvidado.
No pidas a la mar lo que has perdido.
Ella nunca entendió de esclavitudes.

(1966)

autógrafo

Pedro García Cabrera


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