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ALONDRA DEL BOSQUE RESENTIDO

A Javier Casais

Anoche, el bosque, al dormirse,
se dejó por fuera un árbol,
y en uno de sus esguinces
el viento lo hizo pedazos.
Soñaba mientras dormía
de que un león del espacio
hacía trizas las verdes
pulsaciones de sus gajos.
Y esta mañana, el rocío
—lente y mejilla del llanto—
le suelda muertos charoles
con sus gotitas de estaño.
Sin cuerda ni lazo al cuello
las ramas se han ahorcado,
y en sus vencidos atriles,
con la cabeza hacia abajo,
muestran los nidos su boca
de cántaros derramados.
El viento, suelto en la noche,
hiere sin piedra ni palo.
Y el bosque siente la ofensa
de su firme y blanca mano.
Zagal, que bajo lo verde
apacientas el ganado,
no te vayas a beber
el agua de los regatos,
que por su vena más honda
late una obsesión de agravios
y ha puesto cepos al viento
en el cristal de los charcos.
No abreves sus aguas rotas,
que la escarcha se ha prestado
a llenar los arroyuelos
de agudos vidrios descalzos
y la víbora del frío
te mordería los labios.
¡Qué madera de sollozos,
y cuántos nudos de llantos,
y qué silencio de axilas
en los musgos de sus brazos!
Déjalo llorar a solas,
aléjale tus rebaños,
que anoche el bosque ha perdido
el violoncelo de un árbol.

autógrafo

Pedro García Cabrera


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