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ROMANCE OSCURO DEL CAMINANTE

Llanura, sólo llanura,
desierto, sólo desierto.
camino de polvo y polvo,
y arena... y arena ardiendo.

—Dejadme llagar al menos
al horizonte despierto,
en los pies se me amontona
en las pupilas lo tengo.

¡Saliva y agua!...camino.
¡Saliva y agua!, desierto.
Calor y viento en la frente,
garganta con un aliento.

—¡Dejadme llegar al menos
al horizonte despierto!
Horizonte de la noche
que apague este sufrimiento.

—Sigue la senda de bronce
bruñido, pálido y seco.
Por qué quedar en silencio
oscuro de cementerio
si esta distancia me aguarda
con sonrisa de lo incierto.

¡Dejadme, sólo dejadme!
¡azul y verde he de verlo!
cascadas de manantiales,
retamal, pino y romero.
pechos blancos de mujeres
bañaditos en espliego...

¡¡Consentidme que me guíe
por la luz de mi lucero!!

...pero que oscura es la noche
sin lunar del firmamento,
que triste la madrugada
del que camina sin verlo.
¡cómo grazna el pajarillo
con sollozo de un arpegio!

—¿No lo oyes...?
Todo está negro, muy negro.

Madrid, 21 de octubre de 2004

Enrique Adrados Maestre


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