JOHANSSON EN BANGKOK, 27/04/08
I
Desde la impresencia de la arena, tragaluz completo el torso largo,
vértebras, verbos
plegadizos,
bocas y miradas,
parapetos,
gaviotas, ocho nueve diez en la cabeza
me toca y trueca en peces las palabras,
mar sireno bravo serenándose fecunda
la cintura estrecha de Tailandia.
Mira y sienta ojos
perros
arcos
tejas ubres
en los ojos nueces de mujeres extranjeras,
barcas y pronombres que pronuncian
su nombre en piña y coco fermentados.
[Este caracol se mece y truena ensordecido
de pleamares, árboles, agujas que descosen
espirales negros escondidos en las cosas,
en el humo el tuétano, los cardos en la sangre
y la ingravidez picada en caigo de las ramas]
Una gota de álgebra y los peces lo circundan, ata sus silencios
a cincuenta y dos moléculas de polvo eres y en hombre hasta morir,
hasta caerse
de su propio polvo iridiscente, arrojado
anda y descosido de su cuerpo como un fuego
o una ofrenda de caléndulas muy blancas.
:::ah, la luna / mira el horizonte / qué perfecto:::
Funde curvaturas y asimétricas las ondas.
Pájaros vestidos de cometas traspasados
por la caligráfica desgracia de los niños.
No mires la costa. No la mires.
Vuelta piedra tuerce la escamosa reincidencia
del reptil reptando a contrapierna los ombligos
y estas venas duras como redes de bagazo,
vínculos futuros entre abuelos y cigotos,
entre plasma el cuarto oscurecido de tu casa
vieja como el nombre de soltera de tu madre
o el collar colgado de los techos arañados
suturando el código de las constelaciones.
II
Desde un árbol púrpura el invierno se deshoja.
No
desobedezcas dice luego y con el puño
abre espejos truenos, ve alargarse la maleza.
Barcas izan velas en los ojos;
péndulos que ordenan todas las cronologías.
Es abeja y zumba desde el bosque,
abre los telones de su cuerpo espina y vuela,
toca en los perímetros su voz frecuencias rotas,
descorazonada punta aguja de su especie.
::animales lloran por la noche su espesura::
En el año negro de los alfa beta deltas
no fue sino apóstrofe o comilla sublimada,
ásperos espíritus ahogados en la boca
como algún silencio desdentado,
balbuceante,
caracola hembra canta el mar desde su oído
y destruye cálices y nísperos colgados
del alféizar blanco de las equivocaciones,
de memorias rotas de manteles punto en cruz,
de cruzadas lágrimas y lunas tantas veces
y de besos truenos o relámpagos menstruales.
Cada cuerpo lleva escrito el nombre de otro cuerpo,
un papel en blanco o un pañuelo que se quiebra;
puertas en los puertos y en el pez la pez ardiendo,
cuerdas y canciones que jamás serán oídas.
III
Quédate conmigo, brazos largos.
Juega
ven
a
bárcame
#re
cúbreme no duele.
¿Cuántos abejorros me han salido de la boca,
cómo se levanta tu estatura aérea, el sueño
del despeñadero, tu camisa abierta, húmeda;
ese mar creyéndose sirena,
desmembrada púrpura y en vuelo hacia la costa?
Cántame las cosas con la voz de los no natos.
¿Cómo descendimos a los muslos de la tierra?
De tus manos graves como máquinas prehistóricas
rueda un laberinto de cometas incendiarias,
una fulgurante duda que se desintegra
al crujir dormido de los párpados despiertos,
al desorden mudo de los sordos y los orbes
porque cada cicatriz es hija muda de la sangre.
IV
Y la lluvia crece cuesta
arriba.
Torno a su cabeza el sol se enciende, inmaculado.
Alto como el éter es y fluye con los ríos, en la voz herida de correspondencia vieja,
cuerpos olvidados en algún claro fecundo o en la piedra
añosa de las ruinas.
Nadie sabe. En su pelvis blanca los ejércitos pernoctan,
cavan arroyuelos y la noche como un ojo
regurgita te amos nunca dichos.
Gatos nos observan.
Es la hora.
Callas.
Escuchas
a los pájaros morir
y al silencio despertar gritando,
hablas el color de la saliva y de tus dientes
un listón sonoro se prolonga hasta fundirse. Nadie sabe.
Una letra muda se agazapa en el principio de tu nombre y no te busca sino
por la marca oblonga de tu espalda, símbolo bordándote
costados, universos, soles
e implosiones largas de
mirada
cóncava, brazos ante brazos, brasas, cal, azur y sales.
Ah, hombre sin forma, sin edades
:cuando el quinto sol caiga del cielo
y los relojes tumben de su máscara a las horas,
ábreme la puerta:
en los corredores andarán como fantasmas
las promesas muertas con la soga aún al cuello,
destejiendo redes y curándose los hombros;
tus párpados soleados como faro y yo tormenta.
Adelaida Caballero