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RIESGO Y VENTURA DE DOS SOLDADOS

Un soldado blanquirrubio
y un soldado negritinto,
van, empapados de sol,
haciendo el mismo camino.
Llevan el máuser al hombro,
llevan el machete al cinto,
llevan el canto en los labios,
llevan el traje amarillo.
Las espuelas estrelladas
relumbran con fiero brillo,
y van regando en el polvo
sus cinco puntas de ruido.

Una voz en el camino

—¡No sigáis, soldado, no,
que aquí el camino se acaba!
Dormid en mi cuarto seco,
y no en la yerba mojada,
bebed agua de mi pozo,
y no fango de la charca;
ved la tarde cómo cae
y la noche cómo se alza:
los rifles, que sigan rifles;
las balas, que sigan balas;
mas vosotros no sigáis,
que aquí el camino se acaba.

Al pueblo pueblo otra vez

Los dos soldados pararon,
y sobre el prieto camino
ya no hubo máuser al hombro,
ya no hubo machete al cinto,
ya no hubo duras espuelas,
ya no hubo traje amarillo.
¡Al pueblo pueblo otra vez
volvieron los soldaditos,
cuando supieron los dos,
blanquirrubio, negritinto,
sobre el camino soleado
donde acababa el camino!

Llegada

El pueblo pueblo los vio
llegar, ya entrada la noche,
tan distintos y contentos
que a poco no los conoce.
Ninguno a la voz rajada
contesta de antiguos bronces;
y ninguno, como fiera,
detrás de su hermano corre:
los dos ven con ojos nuevos,
gritan los dos nuevas voces,
y los dos, nuevas palabras
con nuevos oídos oyen.

Canto y futuro

El pueblo pueblo los vio,
y así les cantó saltando:
—¡A la sangre, sangre, sangre,
de los soldados, soldados,
hay que ponerle, ponerle,
un poco más de cuidado!
Y los soldados decían,
también saltando y cantando:
—Agua sin correr, se pudre;
sangre sin olas, es charco;
¡corazón con ola y viento,
no corazón estancado!

autógrafo

Nicolás Guillén


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