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                IV
            MELENA

Sobre tus hombros cae como cascada
de vida desbordante tu melena
virgen de nazareno, esa gavilla
morena de opulencia, a la que nunca           Jue., XVI, 17; Números VI, 5; Cantares V, 11.
tocó navaja. Fuiste desde el vientre
de tu Madre, a tu Padre consagrado,
nuevo Sansón, y es de tu fuerza símbolo
ese apretado haz de tus cabellos
como tus fieles que en mechones vivos
se apoyan en tu pecho. De la cumbre
del Tabor libres brisas los mecieron,
y en madurez del fruto de la palma
los tostaron los soles peregrinos
por entre el rubio polvo de Judea.
En el Jordán sobre ellos de las manos
de Juan el agua al sol batida, clara,
corrió como hoy tu sangre. Cual el verde
blando follaje que del sauce cuelga
sobre el terso cristal de la laguna
donde se espeja inmaculado el cielo,
sobre tu blanco pecho sin respiro
donde se dobla la quietud divina
del solar de tu Padre, tus cabellos
colgando están de la abatida frente.

Cernían las quejumbres que a tus oídos
los hijos de la tierra disparaban,
y tañían los ángeles en ellos
recuerdos de los seis primeros días
en que por Ti, tu Padre creó el mundo
—y lo creó contigo, la Palabra—,           Juan I, 3.
mientras Tú de camino ibas fraguando
sueños del cielo. Sólo entre los hombres
conocías igual que el justo número
de las estrellas el de tus cabellos,
y ni uno fue a volar libre en el cielo
sin que Tú lo supieras. Nadie sabe
sino Tú del amor todo el empuje.           Lucas XII, 7.

Libres al aire libre recogían
las perlas del rocío de alborada
sobre que el sol hizo brillar chispazos
del arco celestial de la promesa.           Génesis IX, 13.
Ellos fueron tu almohada en los caminos
al recostar sobre la tierra dura           Mateo VIII, 20.
tu cabeza; las zorras madriguera,
nido las aves tienen, mas no albergue           Lucas IX, 58.
tuviste Tú, divino pordiosero.
Pobre te hiciste por nosotros, ricos           II Corintios VIII 9.
con tu pobreza. Al aire tus cabellos,
de tu indigencia y tu poder corona.

Sobre ellos derramó María el bálsamo
de nardo oliendo a amor, y así te ungía           Marcos XIV, 3.
para el sepulcro, pues María sabe
tomar la buena parte y que la eterna           Lucas X 42.
dicha en tenerte a Ti sólo consiste.
Y cual zarcillos de la vid prendiéndole
del corazón, tras de su cruz de pena
la arrebataron. Y por ellos, garba
de luto, resbalaron por el huerto
del olivar los densos goterones
del sudor de la angustia del espíritu,
y cayendo a la tierra dolorida
mezcláronse al sudor con que en castigo
Adán mojara el pan de su trabajo.

Ellos, bajando en apretados rizos,
negros como el abismo de los cielos
en las cerradas noches misteriosas,
rozaron como brisa de ultramundo
de Juan la frente, cuando recostaba           Juan XIII, 23.
su cabeza en tu seno al despedirte
la noche de la cena; allí sembraste
las visiones de Patmos, la doctrina
de la Palabra que se encarna en hombre.

Y ahora abrazando al templo de la muerte
con tus dos brazos a la cruz calvados
lo derrumbas a tierra, y sus sillares
vida al darnos la muerte nos darán.           Jueces XVI, 28-30.

autógrafo
Miguel de Unamuno


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Tercera parte
inglés Translation by Armand F. Baker