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                VII
        DIOS - TINIEBLAS

De noche la redonda luna dícenos
de cómo alienta el sol bajo la tierra:
y así tu luz: pues eres testimonio
Tú el único de Dios, y en esta noche
sólo por Ti se llega al Padre Eterno:           Luc., X, 22
solo tu luz lunar en nuestra noche
cuenta que vive el sol. Al reflejarlo
brillando las tinieblas dan fulgores
los más claros, que el mármol bien bruñido
mejor espejo da mientras más negro.
Te envuelve Dios, tinieblas de que brota           Éxodo XX,21; I Reyes VIII, 12; Salmos XVII, 12, XCVI,2.
la luz que nos rechazas; escondida
sin tu pecho, su espejo. Tú le sacas
a la noche cerrada el entresijo
de la Divinidad, su blanca sangre
luz derretida; porque Tú, el Hombre,
cuerpo tomaste donde la incorporea
luz, que es tinieblas para el ojo humano
corporal, en amor se incorporase.
Tú hiciste a Dios, Señor, para nosotros.
Tú has mejido tu sangre, tuya y nuestra,
tributo humano, con la luz que surge
de la eterna infinita noche oscura,
con jugo divino. Y es herida
que abrió el fulgor rasgando las tinieblas
de Dios, tu Padre, el sol que ardiendo alumbra
por tu pecho, de hirviente amor llagado.
Y tú la infinidad de Dios acotas
en el cerrado templo de tu cuerpo
e hilas la eternidad con tus suspiros,
rosario de dolor. Tu pecho muéstranos
la blanca eternidad que nos espera
y en su fúlgido espejo el alma ansiosa
ve sus raíces de antes de la vida.
Tu humanidad devuelve a las tinieblas
de Dios la lumbre oculta en sus hondones
y es espejo de Dios.
                                    Es como el alba
tu cuerpo; como el alba al despojarse
del negro manto de la noche, en rollo
a sus pies desprendido. Con tus brazos
alargados en gesto dadivoso
de desnudar tu cuerpo y de ofrecerlo
a cuantos sufren del amor hostigo,
descorres la cortina de tienieblas
del terrible recinto del secreto
que a la casta de Adán le acongojaba
mientras ansiosa consumía siglos;
con tus abiertos brazos la negrura
del abismo de Dios, tu Padre, rasgas
y echándolo hacia atrás, de tu cruz cuelgas
el negro manto en que embozado estabas
dándotenos desnudo. Sacudido           Éxodo, XXVI, 31; Mat., XXVII, 51.
muriendo Tú, rasgóse de alto a bajo
del templo el velo cárdeno, las tumbas
abriéronse y los santos que dormían
se irguieron para ver tu cuerpo blanco
que en desnudez al Padre retrataba
desnudo. Destapaste a nuestros ojos
la humanidad de Dios; con tus dos brazos
desabrochando el manto del misterio
nos revelaste la divina esencia,
la humanidad de Dios, la que del hombre
descubre lo divino. De tu cuerpo           Colosenses, I, 24. Hechos, XVII, 28.
sobre el santo recinto, iglesia, vamos
en Dios, tu Padre, a ser, vivir, movernos
de abolengo divino hermanos tuyos.
Y envuelves las tinieblas, abarcando
tenebrosas entrañas en el coto
de tu cuerpo, troquel de nuestra raza
¡porque es tu blanco cuerpo manto lúcido
de la divina inmensa oscuridad!

autógrafo
Miguel de Unamuno


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Primera parte
inglés Translation by Armand F. Baker