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        EL VERANO DEL POBRE

  «¡Oh qué gloria de verano!
Este es el tiempo del pobre.
El campo produce ufano
Para que a todos nos sobre.
El sol, primera deidad
Que el hombre absorto bendijo,
¡Brilla con tal majestad...
      ¡Qué regocijo!»

  Así se explicaba un sabio
Con magistral continente.
Yo, por no hacerle un agravio,
No responderé que miente;
Pero el buen hombre, a fe mía,
No supo lo que se dijo
Cuando en verano decía:
      ¡Qué regocijo!

  Si él suda, y el amo agarra,
¿Qué es a un cuitado el Agosto?
¿Verá con gozo la parra
Si no ha de catar el mosto?
¡Haré yo buena barriga
Mientras remando me aflijo
Con que un filósofo diga:
      ¡Qué regocijo!

  Deme una quinta frondosa
Que del calor me preserve,
Y baño en agua de rosa
Cuando la sangre me hierve,
Y una carroza en que vaya
A la corte y al cortijo;
Y yo exclamaré: ¡Bien haya...
      ¡Qué regocijo!

  ¡Mas, por vida del Mogol!...
El que cava en esa cuesta
¿Cómo ha de loar al sol
Que le consume y le tuesta?
¿Y qué le espera en su choza?
Un gazpacho, un pan de mijo,
Y dormir sobre la broza.
      ¡Qué regocijo!

  ¡Pondera del sol luciente
La sublime maravilla
A esa familia indigente
Prensada en una guardilla!
Y allí el perro por compinche,
Y entre la mujer y el hijo
La mosca, el ratón, la chinche...
      ¡Qué regocijo!

  Anda al río y date un baño.
Ni aun eso de balde haré;
Y será para mi daño
Yendo y volviéndome a pie.
Mal, si salgo del rincón;
Mal, si en casa me cobijo.
¡Qué deliciosa estación!
      ¡Qué regocijo!

  Y de memoria no hablo;
Que a los pobres ganapanes
En este Madrid, o diablo,
Aun el agua cuesta afanes.
¡Dos horas estuvo ayer
Para llenar un botijo
Mi desdichada mujer!...
      ¡Qué regocijo!

  La fruta vale a dos cuartos,
La hortaliza casi a cero.
Los pobretes quedan hartos
Con poquísimo dinero.
Y a mí un torozón me casca,
Y otro a mi suegra, de fijo,
Y un muchacho se me atasca...
      ¡Qué regocijo!

  Al menos en el invierno
Los pobres, si los enlaza
Amor recíproco y tierno,
Aunque duerman en la plaza,
Unos con otros se abrigan,
Y en su grato revoltijo
No será extraño que digan:
      ¡Qué regocijo!

  Si uno, en fin, ama este infierno
Y otro el frío destructor,
El estío y el invierno;...
Para mí todo es peor;
Pues, con permiso del sabio,
En invierno me encanijo
Y en la canícula rabio.
      ¡Qué regocijo!

autógrafo

Manuel Bretón de los Herreros


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