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        XXI

Porque el tabaco escribe soledad,
versos de opaco amor, mientras detiene
ese momento exacto de sentarse,
de ver los vasos muertos en la mesa,
la habitación con sueño,
              y la inquietud dolida
de la puerta cerrándose
ya por última vez, en esta noche.

A través de palabras se van los que se alejan.
Yo amé la soledad, pero es mentira
que con ella creciera. No recuerdo
las alambradas rotas de la luna
si no es con otros ojos, ni conozco
más ilusión que el mar cogido en otros manos.
Pero también aquí, también confusamente,
vigilada por libros con insomnio, por discos
no del todo elegidos,
solías tú esconderte en la penumbra,
habitar las bodegas del silencio,
buscando una razón para subir más tarde
a cubierta, con luna.

Y se agradece la ciudad entonces,
el tenerla adelante, adormecida,
envuelta con sus sábanas de luz,
temible y despiadada como un buque pirata,
en el que no se puede confiar,
pero que siempre, siempre nos abriga.
Porque de aquellas noches, aquel día
los dos supimos algo,
más allá de recuerdos o placeres.
Y no el amor, no su palabrería,
y no la voluntad,
esa moral que aturde cuando amamos.

Alguien que no conozco apenas,
cansado de esperar, seguramente
dormido de impaciencia,
al respirar me increpa, desde otra habitación
sobre mi cama.
Alguien que espera todavía
sujetarse un instante, acariciar un cuerpo
sin preguntas.

El sol es débil, la razón no importa
y yo me acercaré despacio hasta las sábanas.
Evitando el te quiero,
en la confusa lucidez del alba
dejaremos la noche,
igual que un barco deja a sus espaldas,
como una huella inmensa, todo el mar.
Y mientras nos besamos,
recordaré sin duda
otros amaneceres en el agua,
mirando frente a frente mi reflejo.
con el mismo temor a sumergirme.

Raras veces resisten
dos soledades juntas las palabras.

autógrafo

Luis García Montero


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Libro II
inglés English translation by Alice McAdams