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        A RITA L...

¡Ay! ¿es verdad? ¿La delicada mano
Que al dulce beso del amor convida,
Y en sed inflama el anhelante labio,
Mis versos escribió; y este consuelo
Al insano pesar que me devora
Guardaba el justo cielo?
¡Encantadora joven! Más ufano
Con favor tan precioso
Que con su vil poder el ambicioso,
Bendigo tu amistad, y satisfecho
Por nada trocaría
Mi humilde lira y mi sensible pecho.
Tal vez mientras su mano regalada
Mis venturosos versos escribía,
Allá en su alma agitada
Mi destino infeliz compadecía,
Y un suspiro, una lágrima preciosa
A mí se consagró... Dulces delirios,
¡Ay! no me abandonéis: goce en idea
Lo que la dura suerte me ha vedado
Conseguir... Sí, gustoso
Con la mitad de mi existencia triste
Comprara el bello instante
En que expresión divina de ternura
Me halagase en tu cándido semblante.

¿Y condenado a perenal tormento
Siempre habré de vivir? ¿Nunca mis ojos
En otros ojos hallaran ardiendo
La llama del amor? ¿Hasta la muerte
Gemiré de mis bárbaros pesares
Y tedio insoportable combatido?
¿No habrá un pecho clemente
Que simpatice en su cariño ardiente
Con este joven triste y desquerido?

Papel precioso, entre las prendas mías
Ocupa tu lugar: mil y mil veces
Mis labios encendidos
Sobre ti buscarán la dulce huella
De la mano ligera y delicada
Que se dignó escribirte: si la suerte
Me oprime despiadada,
Tú mi alivio serás: al contemplarte
Mil plácidos recuerdos
Me llenarán el alma
De celestial consuelo.
Cuando la muerte con funesto vuelo
Tienda sus alas en mi triste frente,
Recibirás sobre mi yerta boca
Mi último beso y mi postrer suspiro.

(1822)

autógrafo

José María Heredia


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