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        LA PLANTA EXTRANJERA

La flor de la zona ardiente
Entre las nieves nacida,
A quien el calor le falta,
A quien maltrata la brisa,
A quien las escarchas hielan
Y el viento recio mutila,
Derrama en llanto su savia
Y sin colores, marchita,
Sufre mucho en soledad,
Mucho en su eterna desdicha.
¡Ay de la planta extranjera
Que nace en extraño clima!

En este mundo falaz
Levanto mi frente altiva,
Quiero que en ella refleje
El sol su lumbre bendita,
Quiero que siempre se encuentre
De noble orgullo ceñida;
Y al alzarla me circundan
Las fantasmas de la envidia,
Miro sólo algunos hombres
Que ante otros hombres se humillan
Y que ponen en su lengua
De adulación la mancilla;
Que mienten santa amistad
Cuando el odio los anima,
Que unos a otros se estrechan
Unidos por la falsía;
Entre ellos amor es mito,
La virtud, una mentira,
y esto repugna a mi mente.
Y esto mi pecho lastima;
Aquí las penas me agobian,
Los placeres no me animan,
Que soy la planta extranjera
Que nace en extraño clima.

Suspiro por una patria
Para mí desconocida,
Que no sé ni dónde se halla,
Pero que sé que es la mía,
Patria que no he visto nunca,
Pero que sé que es distinta
De esta tierra en donde arrastro
Entre zarzales y espinas
U na existencia penosa.
Yo que no pulso mi lira
Para ensalzar a los vicios
Aunque con túnica rica
El regio poder los cubra;
Yo siempre levanto erguida
Mi frente que no se dobla,
y hablo mi lengua nativa
Que nadie, nadie comprende.
Dejad por eso que gima,
Dejad por eso que llore,
Que soy la sombra perdida,
La fuente que se congela,
La lumbre que viento agita;
Que soy la planta extranjera
Que nace en extraño clima.

Si eres de la zona ardiente—
Oh Majy—también semilla
Que en las alas de los vientos
Has venido hasta esta orilla,
Si sientes como yo siento,
Que hay otro mundo en que brilla
El sol más puro y ardiente,
Donde hay una aura más tibia,
Do son más bellas las flores,
Más perfumada la brisa;
Si sientes como yo siento
Que esta patria no es la mía,
Si eres como yo de un mundo
Donde hay más dulce poesía
Entrecrucemos los ramos,
Dame el calor de tu vida,
Inclina sobre mi frente
Tu frente también altiva,
Y no miremos el mundo,
Que así se hallará la dicha
Que damos puede la tierra,
La tierra triste y sombría,
A dos extranjeros plantas
En clima extraño nacidas.

Joaquín González Camargo


La Nueva Era, número 9


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