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    RESPUESTA DE BOSCÁN A DON DIEGO DE MENDOZA

Holgué, Señor, con vuestra carta tanto,
que levanté mi pensamiento luego,
para tornar a mi olvidado canto.

Y así, aunque estaba a escuras como ciego,
sin saber atinar por dónde iría,
cobré tino en la luz de vuestro fuego.

La noche se me hizo claro día,
y al recordar mi soñoliento estilo,
vuestra musa valió luego a la mía.

Vuestra mano añudó mi roto hilo,
y a mi alma regó vuestra corriente
con más fertilidad que riega el Nilo.

Por do si mi escribir ora no siente
fértil vena, será la causa desto
ser mi ingenio incapaz naturalmente.

Pero, viniendo a nuestro presupuesto,
digo también que el no maravillarse
es propio de juicio bien compuesto.

Quien sabe y quiere a la virtud llegarse,
pues las cosas verá desde lo alto,
nunca terná de qué pueda alterarse.

Todo lo alcanzará sin dar gran salto,
sin moverse andará por las estrellas,
seguro de alborozo y sobresalto.

Las cosas naturales verá bellas,
y bien dirá entre sí que son hermosas;
pero no parará por eso en ellas.

Subirse ha al movedor de todas cosas,
y allí contemplará grandes secretos
hasta en las florecillas y en las cosas.

Allí verá con causas los efetos,
y viendo los principios y su fuente,
no habrá maravillar en sus concetos.

Verá el correr del sol resplandeciente,
y la velocidad incomparable
con que va de levante hasta poniente.

Verá la luna y su mover mudable,
acá y allá mostrando desatinos,
tanto que a los antiguos fue admirable.

Verá mil otros cursos y caminos,
según que por acá nuevas tenemos
de los siete planetas por los sinos.

Verá, en fin, más que todo cuanto vemos,
y en maravillas no maravillado,
estará sin sentir jamás extremos.

Como digo, en lo alto irá encumbrado,
y viendo desde allí nuestras bajezas,
llorará y reirá de nuestro estado.

Nuestras fuerzas dirá que son flaquezas;
terná nuestros deleites por fatigas,
y nuestras abundancias por pobrezas.

Los hombres antojársele han hormigas,
los robles pensará que son retamas
y a todo podrá hacer docientas higas.

¡Qué gracia para él serán las damas!
¡Qué burla terná en ver las diligencias
que tienen en soplar ardientes llamas!

Terná el saber nacido de experiencias,
y sobre la mundana sinrazón
falso estará, y dará grandes sentencias.

Decid: sí veis bailar, no oyendo el son
de los que bailan, ¿no estaréis burlando?,
¿y no os parecerá que locos son?

Así el sabio que vive descansando,
sin nunca oír el son de las pasiones
que nos hacen andar como bailando,

sabrá burlar de nuestras turbaciones,
y reírse ha de aquellos movimientos
que verá hacer a nuestros corazones.

Así que dados estos fundamentos,
que entiende el sabio de raíz las cosas,
y que desprecia nuestros pensamientos:

las cosas para otros espantosas,
de nuevas o de grandes, no podrán
ser jamás para él maravillosas.

Cuidados a este tal no le darán
ni su propio dolor, ni el bien ajeno:
ambos por una cuenta pasarán.

¡Dichoso aquel que desto estará lleno,
viviendo entre las penas sosegado,
y en mitad de los vicios siendo bueno!

¡O gran saber del hombre reposado!
¡Cuánto más vales, aunque estés durmiendo,
que el del otro, aunque esté más desvelado!

Pero es, en fin, en esto lo que entiendo,
que holgamos de hablar bien cuando hablamos,
magníficas sentencias componiendo;

pero cuando a las obras nos llegamos,
rehuimos, mi fe, de la carrera,
y con sólo el hablar nos contentamos.

Díjome no sé quién una vez, que era
placer hablar de Dios y obrar del mundo:
ésta es la ley de nuestra ruin manera.

Pero, señor, si a la virtud que fundo
llegar bien no podemos, a lo menos
excusemos del mal lo más profundo.

En tierra do los vicios van tan llenos,
aquellos hombres que no son peores,
aquellos pasarán luego por buenos.

Yo no ando ya siguiendo a los mejores;
bástame alguna vez dar fruto alguno;
en los demás, conténtome de flores.

No quiero en la virtud ser importuno.
Ni pretendo rigor en mis costumbres;
con el glotón no pienso estar ayuno.

La tierra está con llanos y con cumbres;
lo tolerable al tiempo acomodemos,
y a su sazón hagámonos dos lumbres.

No curemos de andar tras los extremos,
pues dellos huye la filosofía
de los buenos autores que leemos.

Si en Jenócrates vemos dura vía,
sigamos a Platón, su gran maestro,
y templemos con él la fantasía.

Conviene en este mundo andar muy diestro,
templando con el miedo el esperanza,
y alargando con tiento el paso nuestro.

Ande firme y derecha la templanza,
como hombre que pasea por maroma,
que no cae porque no se abalanza.

El que buen modo en sí y buen temple toma,
con pasos irá siempre descansados,
aunque vaya de Cádiz hasta Roma.

El estado mejor de los estados
es alcanzar la buena medianía,
con la cual se remedian los cuidados.

Y así yo por seguir aquesta vía,
heme casado con una mujer,
que es principio y fin del alma mía.

Ésta me ha dado luego un nuevo ser,
con tal felicidad que me sostiene
llena la voluntad y el entender.

Ésta me hace ver que ella conviene
a mí, y las otras no me convenían;
a ésta tengo yo y ella me tiene.

En mí las otras iban y venían,
y a poder de mudanzas a montones,
de mi puro dolor se mantenían.

Eran ya para mí sus galardones
como tesoros por encantamientos,
que luego se volvían en carbones.

Agora son los bienes que en mí siento,
firmes, macizos, con verdad fundados,
y sabrosos en todo el sentimiento.

Solían mis placeres dar cuidados,
y al tiempo que venían a gustarse,
ya llegaban a mí casi dañados.

Agora el bien es bien para gozarse,
y el placer es lo que es, que siempre place,
y el mal ya con el bien no ha de juntarse.

Al satisfecho todo satisface;
y así también a mí, por lo que he hecho,
cuanto quiero y deseo se me hace.

El campo que era de batalla, el lecho,
ya es lecho para mí de paz durable:
dos almas hay conformes en un pecho.

La mesa, en otro tiempo abominable,
y el triste pan que en ella yo comía,
y el vino que bebía lamentable,

infestándome siempre alguna Harpía,
que en mirad del deleite mi vianda
con amargos potajes envolvía:

Agora el casto amor acude, y manda
que todo se me haga muy sabroso,
andando siempre todo como anda.

De manera, señor, que aquel reposo
que nunca alcancé yo, por mi ventura,
con mi filosofar triste y pensoso,

una sola mujer me le asegura,
y en perfeta sazón me da en las manos
vitoria general de mi tristura.

Y aquellos pensamientos míos tan vanos,
ella los va borrando con el dedo,
y escribe en lugar dellos otros sanos.

Así que yo ni quiero ya, ni puedo
tratar sino de vida descansada,
sin colgar de esperanza ni de miedo.

Ya estoy pensando, estando en mi posada,
cómo podré con mi mujer holgarme,
teniéndola en la cama o levantada.

Pienso también en cómo he de vengarme
de la pasada vida con la de ora,
en cómo he de saber della burlarme.

Otras veces también pienso algún hora
las cosas de mi hacienda sin codicia,
aunque esta comúnmente es la señora.

Bien puede el labrador sin avaricia
multiplicar cada año sus graneros,
guardando la igualdad de la justicia.

No curo yo de hacer cavar mineros
de venas de metal ni otras riquezas,
para alcanzar gran suma de dineros.

Sólo quiero excusar tristes pobrezas,
por no sufrir soberbias de hombres vanos,
ni de ricos estrechos estrechezas.

Quiero tener dineros en mis manos,
tener para tener contenta vida
con los hidalgos y con los villanos.

Quien quiera se desmande y se desmida,
buscando el oro puro y reluciente,
y la concha del mar Indo venida.

Quien quiera esté cuidoso y diligente,
haciendo granjear grandes yugadas
de tierra do aproveche la simiente.

Si con esto se envuelven las lanzadas,
las muertes entre hermanos y parientes,
y de reyes las guerras guerreadas:

huyan de mí los tales accidentes,
huyan de mí riquezas poderosas,
si son causa de mil males presentes.

Déjeme estar contento entre mis cosas,
comiendo en compañía mansamente
comidas que no sean sospechosas..

Conmigo y mi mujer sabrosamente
esté, y alguna vez me pida celos,
con tal que me los pida blandamente.

Comamos y bebamos sin recelos
la mesa de muchachos rodeada:
muchachos que nos hagan ser agüelos.

Pasaremos así nuestra jornada,
agora en la ciudad, ora en la aldea,
porque la vida esté más descansada.

Cuando pesada la ciudad nos sea,
iremos al lugar con la compaña,
adonde el importuno no nos vea.

Allí se vivirá con menos maña,
y no habrá el hombre tanto de guardarse
del malo, o del grosero que os engaña.

Allí podrá mejor filosofarse
con los bueyes y cabras y ovejas,
que con los que del vulgo han de tratarse.

Allí no serán malas las consejas
que contarán los simples labradores,
viniendo de arrastrar las duras rejas.

¿Será, pues, malo allí tratar de amores,
viendo que Apolo con su gentileza
anduvo 'namorado entre pastores?

¿Y Venus no se vio en grande estrecheza
por Adonis, vagando entre los prados,
según la antigüedad así lo reza?

¿Y Baco no sintió fuertes cuidados
por la cuitada que quedó durmiendo
en mitad de los montes despoblados?

Las Ninfas por las aguas pareciendo,
y entre las arboledas las Drïadas,
se ven con los Faunos rebulliendo.

Nosotros seguiremos sus pisadas:
digo, yo y mi mujer nos andaremos
tratando allí las cosas 'namoradas.

A do corra algún río nos iremos,
y a la sombra de alguna verde haya,
a do estemos mejor nos sentaremos.

Tenderme ha allí la halda de su saya,
y en regalos de amor habrá porfía,
cuál de entrambos hará más alta raya.

El río correrá por do es su vía,
nosotros correremos por la nuestra,
sin pensar en la noche ni en el día.

El ruiseñor nos cantará a la diestra,
y verná sin el cuervo la paloma,
haciendo en su venida alegre muestra.

No ternemos envidia al que está en Roma,
ni a los tesoros de los Asianos,
ni a cuanto por acá del India asoma.

Ternemos nuestros libros en las manos,
y no se cansarán de andar contando
los hechos celestiales y mundanos.

Virgilio a Eneas estará cantando,
y Homero el corazón de Aquiles fiero
y el navegar de Ulises rodeando.

Propercio verná allí por compañero,
el cual dirá con dulces harmonías
del arte que a su Cintia amó primero.

Catulo acudirá por otras vías,
y, llorando de Lesbia los amores,
sus trampas llorará y chocarrerías.

Esto me advertirá de mis dolores;
pero volviendo a mi placer presente,
terné mis escarmientos por mejores.

Ganancia sacaré del accidente
que otro tiempo mi sentir turbaba,
trayéndome perdido entre la gente.

¿Qué haré de acordarme cuál estaba,
viéndome cuál estoy? que estoy seguro
de nunca más pasar lo que pasaba.

En mi fuerte estaré dentro en mi muro,
sin locura de amor, ni fantasía
que me pueda vencer con su conjuro.

Como digo, estaré en mi compañía,
en todo me hará el camino llano,
su alegría mezclando con la mía.

Su mano me dará dentro en mi mano,
y acudirán deleites y blanduras
de un sano corazón en otro sano.

Los ojos holgarán con las verduras
de los montes y prados que veremos,
y con las sombras de las espesuras.

El correr de las aguas oiremos,
y su blando venir por las montañas,
que a su paso vernán donde estaremos.

El aire moverá las verdes cañas,
v volverán entonces los ganados,
balando por llegar a sus cabañas.

En esto ya que el sol por los collados
sus largas sombras andará encumbrando,
enviando reposo a los cansados,

nosotros nos iremos paseando
hacia el lugar do está nuestra morada,
en cosas que veremos platicando.

La compaña saldrá regocijada
a tomarnos entonces con gran fiesta,
diciendo a mi mujer si está cansada.

Veremos al entrar la mesa puesta,
y todo con concierto aparejado,
como es uso de casa bien compuesta.

Después que un poco habremos reposado
sin ver bullir, ni andar yendo y viniendo,
y a cenar nos habremos asentado,

nuestros mozos vernán allí trayendo
viandas naturales y gustosas,
que nuestro gusto estén todo moviendo.

Frutas pornán maduras y sabrosas,
por nosotros las más dellas cogidas,
envueltas en mil flores olorosas.

Las natas por los platos extendidas
acudirán, y el blanco requesón,
votras cosas que dan cabras paridas.

Después de esto verná el tiempo lechón,
y del gordo conejo el gazapito,
y aquellos pollos que de pasto son.

Verná también allí el nuevo cabrito
que a su madre jamás habrá seguido
por el campo, de tierno y de chiquito.

Después que todo esto haya venido,
y que nosotros descansadamente
en nuestra cena hayamos bien comido,

pasaremos la noche dulcemente,
hasta venir al tiempo que la gana
de dormir toma al hombre comúnmente.

Lo que desde este tiempo a la mañana
pasare, pase agora sin contarse,
pues no cura mi pluma de ser vana.

Basta saber que dos que tanto amarse
pudieron, no podrán hallar momento
en que puedan dejar siempre de holgarse.

Pero, tornando a proseguir el cuento,
nuestro vivir será de vida entera,
viviendo en el aldea como cuento.

Tras esto, ya que el corazón se quiera
desenfadar con variar la vida,
tomando nuevo gusto en su manera,

a la ciudad será nuestra partida
a donde todo nos será placiente
con el nuevo placer de la venida.

Holgaremos entonce con la gente,
y con la novedad de haber llegado
trataremos con todos blandamente.

Y el cumplimiento, que es siempre pesado,
a lo menos aquel que de ser vano,
no es menos enojoso que excusado;

alaballe estará muy en la mano,
y decir que por solo el cumplimiento,
se conserva en el mundo el trato humano.

Nuestro vivir así estará contento,
y alcanzaremos mil ratos gozosos
en recompensa de un desabrimiento.

Y aunque a veces no falten enojosos,
todavía entre nuestros conocidos
los dulces serán más, y los sabrosos.

Pues ya con los amigos más queridos,
¿qué será el alborozo y el placer,
y el bullicio de ser recién venidos?

¿Qué será el nunca hartarnos de nos ver,
y el buscarnos cada hora y cada punto,
y el pesar del buscarse sin se ver?

Mosén Durall allí estará muy junto,
haciendo con su trato y su nobleza
sobre nuestro placer el contrapunto.

Y con su buen burlar y su llaneza
no sufrirá un momento tan ruin
que en nuestro gran placer mezcle tristeza.

No faltará jerónimo Agustín,
con su saber sabroso y agradable,
no menos que en romance en el latín;

el cual con gravedad mansa y tratable,
contando cosas bien por él notadas,
nuestro buen conversar hará durable.

Las burlas andarán por él mezcladas
con las veras así con tal razón,
que unas de otras serán bien ayudadas.

En esto acudirá el buen Monleón,
con quien todos holgar mucho solemos,
y nosotros y cuantos con él son.

Él nos dirá, y nosotros gustaremos;
él reirá, y hará que nos riamos;
y en esto enfadarse ha de cuanto haremos.

Otras cosas habrá que las callamos,
porque tan buenas son para hacerse,
que pierden el valor si las hablamos.

Pero tiempo es, en fin, de recogerse,
porque haya más para otro mensajero;
que, si mi cuenta no ha de deshacerse,
no será, yo os prometo, éste el postrero.

De la edición de Obras de Boscán y Garcilaso (portada)

Juan Boscán


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