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        LA JUVENTUD

«¡Abre tus puertas, mundo... ensancha, vida,
Para mí tu camino!
¡Broten raudales de placer divino,
De amor, de libertad! grandes pasiones
Dadme, dadme sin fin... mi alma encendida
Se agita en sed de vivas emociones.
Quiero agotar, ¡oh vida! tus tesoros,
Devorar quiero, mundo, tus placeres,
Gloria, virtud, festines y mujeres,
Cantos, risas, y amores...

»Todo debe formar mi alta ventura,
Todo lo encierras en tu rico seno,
Como guardan las flores
En su cáliz feliz la esencia pura.

»¡Es tan bella la vida!... y vigorosa
Palpita, hierve en mi agitado pecho;
Y cual hielo deshecho
Al rayo vencedor del astro ardiente,
De mi inspirada mente
Se disipan las áridas lecciones
De la adusta experiencia,
De la helada vejez vanas visiones
Para espantar la crédula inocencia.

»Horrible te pintaban, mundo amado,
Y un Edén puro de delicias eres:
Tu ambiente perfumado
En languidez sublime me aletarga...
¡Dame, dame placeres,
Que el alma es grande, la existencia larga!
¡Gozar quiero, gozar!, tantas hermosas
De frente pura, de mirar sereno,
Mi ardiente culto aceptarán gozosas;
Coronado de rosas
Y adormecido en palpitante seno,
Gozando cantaré su amor divino,
Que es amor de la vida el dulce encanto
Y amar será mi plácido destino:
¡Mi destino feliz! ¿quién ¡ay! merece
Culto tan santo, adoración tan pura
Como vosotras, que debéis al cielo
Con el alma de un ángel, su hermosora?
¡Mujeres adorables! no se mece
Tan bella flor en esmaltado suelo
Al soplo de la brisa,
Ni de aromas tan suaves,
Como es hermosa y dulce la sonrisa
De vuestra pura boca,
Que al beso ardiente del amor provoca.

»En vuestro seno cándido, inocente,
No cabe, no, la falsedad traidora,
Pura el alma tenéis, pura la frente,
Como la luz primera de la aurora.
¡Vírgenes celestiales!
De vuestro amor las dulces emociones
Me inundarán de aromas y armonía,
Y vosotras seréis los manantiales
De mi eterna alegría:
Y si penetro de la gloria al templo,
Si pulsando la lira al orbe admiro;
O dando heroico ejemplo,
De amor de patria y libertad ardido
A las lides me lanzo,
Y el laurel a los héroes concedido
Por mi valor y mi entusiasmo alcanzo;
La guirnalda preciosa,
Por vuestras manos de marfil tejida,
Refrescará mi enardecida frente:
Y en vuestros brazos bellos
La laureada cabeza descansando,
Me adormiré escuchando
Del popular aplauso el alto grito,
Y en ensueños de gloria
Veré mi nombre en letras de oro escrito
Entre los grandes héroes de la historia.

»¡Gloria, don celestial, numen divino!
¡Eterna fuente de grandiosos hechos!
¿Dó están los tibios pechos
Que no palpiten a tu nombre augusto?
¿Dó las almas cobardes
Que no se inmolen en tu altar sublime?
Sed de ti me devora,
Y de alcanzarte la ambición me oprime...
No mas ¡ay! con tu sombra me desveles
Toma mi vida, y dame tus laureles.

»¡La vida, sí, la vida!... hermosa ofrenda
Si en las aras divinas se consagra
De la alma libertad, y tu aureola
La ciñe en torno de celestes rayos.
¡Oh, la muerte no es muerte!...
Si eterna vida me concedes, gloria,
Si en mi sepulcro brillas,
La muerte es la victoria!
¡Verdugos, preparad vuestras cuchillas,
Vuestros cadalsos levantad, tiranos!
Aquí os espera mi entusiasmo ardiente,
La palma del martirio entre las manos
Y el eterno laurel sobre mi frente.

»De mi tumba gloriosa
El tierno amor y la amistad sincera
Con llanto y flores regarán la losa...
¡El amor! ¡la amistad! bienes divinos
Que a mis bellos destinos
Serán perfumes de celeste rosa.

»Abre tus puertas, mundo, que ya ansío
Tus goces devorar y aun tus dolores...
Todo es sublímela ti, nada sombrío;
Placeres, amistad, cantos, laureles,
En ti mezclados con virtudes veo:
Puros tus goces, tus amores fíeles,
Grande tu gloria y tus encantos creo».

            * * *

Dice la juventud, y ardiente avanza
Por el estéril campo de la vida.
De mil flores ceñida
Llena de fe, radiante de esperanza...
¿Qué haces del hombre ¡oh mundo!
Que lleno de ilusiones
A ti llegó con férvido entusiasmo
Pidiéndote virtudes y emociones?...
Su dardo agudo el desengaño esgrime,
La fe vacila, el entusiasmo calma,
Nace la duda que emponzoña el alma
Y entre tinieblas la esperanza gime.
Esto le das ¡oh mundo! y cuando todas,
Sus creencias y virtudes
En tus abismos el dolor derrumba,
Triste y árido hastío
Le roe el alma con su diente frío,
Y le arrojas cadáver en la tumba.

1841

autógrafo

Gertrudis Gómez de Avellaneda


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