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          FANTASÍA NOCTURNA

«Para mí de la tierra tantos frutos;
Nada el pez, pace el bruto, el ave anida;
Dos mundos ciñe el mar; luce la luna,
Alumbra el sol, y las estrellas brillan...»
Así en la humilde grama reclinado,
Vuelta al cielo la frente envanecida
Soñaba el hombre, y de natura toda
Señor, arbitro y dueño se imagina.

En la copa de un álamo cercano
Un águila caudal posaba altiva;
Tal como ardiendo el rayo entre sus garras
Al pie de Jove se ostentára un dia:
«¿Quién como yo? —con su ademán clamaba—
Las aves por su reina me apellidan:
Si me place abatirme hasta la tierra,
Cruzo de un vuelo la región vacía;
Y el rumor de mis alas al ganado
Y al mísero pastor atemoriza:
Si me place, remontome hasta el cielo;
Clavo en el sol la penetrante vista;
Y la nube que aterra al débil hombre,
Miro bajo mi planta suspendida».

Al pie del árbol mismo, entre la yerba,
La luciérnaga apenas relucía;
Mas no menos sus títulos de gloria
Recordaba a la par desvanecida:
«Los prados me dio el cielo por recreo
Las flores por morada y por delicia;
Para mi sola el céfiro las abre,
Las tiñe el sol, y el alba las rocía:
Me apaciento en la tierra como el bruto;
Las alas bato como el ave altiva;
Doy luz al hombre, que camina a ciegas;
Y alguna estrella mi esplendor envidia».

Entre tanto los astros lentamente
Por el cielo su curso proseguían;
La tierra reposaba silenciosa;
El mar en la ribera se dormía...
Mas con un soplo el viento meció el árbol,
Y al águila ahuyentó despavorida;
Desgajóse una rama, y turbó el sueño
Del que señor del orbe se creía;
Y al miserable insecto hundió en el polvo
Una hojilla del árbol desprendida.

autógrafo

Francisco Martínez de la Rosa


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