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    LA MADRE DESVENTURADA

Junto al tronco que hirió el rayo,
Está la infeliz Dorila,
Y en el aciago torrente
Clavada tiene la vista.
Al hijo de sus entrañas
Perdió la triste en mal día,
Recuerdo de un caro esposo,
Su único bien y delicia:
Y de entonces la cuitada
Ni sosiega ni respira,
Secos de llorar sus ojos,
Su débil razón perdida.

Ya errante vaga en los bosques,
Como cierva fugitiva;
Ya inmóvil yace en la yerba,
Sin dar señales de vida:
Álzase luego azorada;
Huye, vuelve, corre, grita;
Acusa al cielo y la tierra;
Desgarra pecho y mejillas...
Mas tal vez ilusión breve
Da tregua a su amarga cuita;
Teje una cuna de mimbres,
Y vivo al hijo imagina;
Sobre la grama le mece,
Con frescas flores le brinda,
Y cariñosa le arrulla
Con esta canción sentida:

«Duerme, tierno niño,
Duerme, dulce amor,
Mientras con las ramas
Te guarde del sol:
La rosa de mayo
Te envidia el color;
Los rubios panales
Tan rubios no son...
Duerme, tierno niño,
Duerme, dulce amor,
Alivio y consuelo
De mi corazón:
Por ti, hijo del alma,
Por ti vivo yo;
Así desde el cielo
Te bendiga Dios!...»

Un quejido dio la triste
Que el pecho se le partía;
Y cuajáronse en sus ojos
Las lágrimas suspendidas:
Otra vez corre al torrente,
Causador de su desdicha;
Y con la cuna en los brazos
Al fondo se precipita.

autógrafo

Francisco Martínez de la Rosa


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