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    JUGLARES Y TROVADORES

Están los dos, frente a frente,
Apoyados en la mesa,
Junto a las jarras vacias
Y los restos de la cena.

En el hogar campesino,
Al apagarse la leña,
Entre un montón de cenizas
A veces chisporrotea;

La luz del velón mezquino
Que de la techumbre cuelga,
En círculos de penumbra
Al viejo y al mozo encierra.

Que son un mozo y un viejo
Los que a tales horas velan,
Cuando todo duerme y calla
En la silenciosa venta,

Y el rumor de sus palabras
Confusamente se mezcla
Al murmullo cadencioso
Que forma la lluvia afuera.

¿De qué hablan? ¿Es acaso
De los lances de la guerra?
No: de trovas y de amores,
Porque los dos son poetas.

Son trovadores famosos,
Han llegado de Provenza,
Van al cercano castillo,
Porque en el castillo hay fiestas;

Y de los dos, el anciano,
Que aunque muchas canas peina
Lleva ropas de mancebo
Que mal a sus años sientan,

De esta manera discurre,
En tono del que aconseja,
Mientras el otro le escucha
Con señales de impaciencia:

—Esa historia no recuerdes,
Dice. El que oficio no tenga,
Y como yo nazca pobre,
Bien está que zurza endechas,

Y de castillo en castillo,
En coplas malas o buenas,
Cante el valor de los hombres
Y llame a las damas bellas.

Que si la dulce mentira
Con artificio se muestra,
Se alcanza en público aplauso
Y en lo privado monedas.

Pero tú, mi pobre amigo,
Sin consejo ni experiencia,
Haces versos inspirados
En tus goces o tus penas;

Y tus penas, siendo tuyas,
A ninguno le interesan:
Harto sentimos las propias,
Para llorar las ajenas.

Y levantándose, añade:
Trovas y aventuras deja,
Y dedica tus alientos
A más útiles empresas.—

—Terminaste, pues aguarda:
Porque aunque no lo merezcas,
Dice el mozo, antes de irte
Tienes que oír mi respuesta.

¿Por qué llevas calzas rojas,
Si las pragmáticas rezan
Que el truhán y los juglares
Deben llevar calzas negras?

Amigo de los bufones,
Di versos mientras bostezan
Los señores aburridos
A los postres de las cenas;

Ve después a las cocinas
A comer lo que te dejan,
Y conquista en los desvanes
Los favores de las dueñas.

No sabes lo que en la vida
Gloria y amor representan;
Yo lo sé siempre que subo
Por una escala de seda.

Que al afianzarse mis manos
A los encajes de piedra
Del balcón, siento en la sombra
Unos brazos que me esperan.

Hablo, y mi voz no es la misma:
Tiene una música interna
Que circula por mis versos
Cual sangre de mis ideas.

Entonces soy inspirado,
Porque al mirarla tan cerca,
El dolor y la alegría
En mis palabras se mezclan.

Busco el aplauso en sus ojos
Cuando mi imagen reflejan;
Busco el aplauso en sus labios
Cuando sus labios me besan,

Y sólo al cantar la alondra
Y apagarse las estrellas,
Por la escala que se mece,
Bajo de nuevo a la tierra.

Nada de común tenemos...
Y aquí cortó la respuesta,
Al ver al juglar dormido
De codos sobre la mesa.

1897

autógrafo

Francisco A. de Icaza


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