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    LUGONARIO SENTIMENTAL 1

(Del libro inédito El mar y las cuatro estaciones)

Mitad llanero del llano,
mitad marino de Oriente,
yo tengo al mar impaciente
como una rienda en la mano.

Como esta tarde antillana
nos llegamos a querer,
ni nos quisimos ayer
ni nos querremos mañana.

Cuando llegamos se advierte
que por momentos se integra
sobre el mar la barca negra
que nos viene de la Muerte.

Palabra azul junto al mar,
tema que la mar entabla
con el alma que no habla
y que no cesa de hablar.

Timón del brazo convulso,
domesticado en mi mano,
que al flujo del Océano
rima el reflujo del pulso.

Nuestro silencio desata
el éxtasis de su bruma
en la mantilla de espuma
de la gran ola beata,

de la gran ola que reza
largamente en las orillas
y doblega de rodillas
la espuma de la cabeza.

Nuestro amor dialoga enfrente
de la gran curva marina
que echa sus olas de harina
en el horno del Poniente.

Y tu mirada desagua
junto a la piedra redonda
que cuando se va la onda
se quita su bata de agua.

Nuestro doble afán desmaya
en la aquiescencia benigna
de la mar que nos persigna
cuando se dobla en la playa.

Y estamos los dos vecinos
a la lección de confianza
que espiga un pan de labranza
sobre los verdes marinos.

Y a la de la piedra sola
que el libro de la marea
lustra, amarga y redondea
con sal y con golpe de ola.

Y a la del esoterismo
con que el mar, al refluir,
en arroyos de zafir
se desemboca en sí mismo.

Y a la de la pared trunca
que se iza, como la vela
de una antigua carabela
que se va y no se va nunca.

Y a la del día que pierde
su sol que ya se deshoja
y al caer la última hoja
se va en el minuto verde.

Y a la inquietud modernista
del uvero que interpreta
la retorcida prueba
del agua malabarista.

La sed de amor nos decora
todo el mar de una alma nuestra
y entre la noche siniestra
lo abrimos como una prora.

Al caracol gregoriano
das la voz de tu romanza
y la barquilla que danza
pautas al son de tu mano.

Y a la buenaza goleta
del traficante costero
la engalla mi afán poeta
de un humo filibustero.

El vaso del medio coco
nos da una esmeralda vieja
cuando el mar viene y se aleja
y en él se nos queda un poco.

Pensamos en que han quedado,
tras la batalla del día,
en la cáscara vacía
tres gotas de mar cansado.

Pensamos en el hechizo
de alguna ola viajera
que por la angosta ribera
se va, pero deja su rizo.

Y en el alto cocotero
y en la media fruta oscura
y en el mar que le asegura
para esta noche un lucero.

El claro mirar lo subes
al coco verde y lejano
que chupa por el verano
su coco de agua a las nubes.

Y me miras, con el susto
de un nuevo descubrimiento,
como una hoja que el viento
devuelve a su mismo arbusto.

La emoción de conocernos
tan iguales nos provoca
mirar por entre la boca
los cien modos de querernos.

Recordamos de repente,
como una gota lo haría
viendo otra gota que un día
corrió a su lado en la fuente.

Y en la hora del exceso,
con la noche tibia y sola,
no cabe entre beso y beso
la llegada de una ola.

Y al adorarnos de suerte
que todo el mundo se alegra,
sobre el mar la barca negra
se devuelve hacia la Muerte.

Macuto, junio 9 de 1927



Andrés Eloy Blanco


1 El Nuevo Diario, Caracas, 23 de julio de 1927, p. 1.


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