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    LA AUSENCIA Y EL OLVIDO

            DOLORA

A Lola

Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
      del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
      sin colores,
—«Ya no llores niña bella,
      ya no llores,
que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda,
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella».

Oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
      ruborosa,
—«Admito desde el momento,
      buen anciano»
—le dijo con dulce acento—
«admito lo que me ofreces
      y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces».

Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
      siempre amante;
y la Ausencia ya ni gime,
      ni doliente
recuerda el mal que la oprime;
que un amor ha concebido
      tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.

autógrafo

Manuel Acuña


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