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  EN EL ÁLBUM DE LA SEÑORA DOÑA JOSEFA REYES DE GARMENDIA

  Amable Pepa, en esa edad florida,
risueña, encantadora,
es la vida
una aurora
cuyo esplendor ninguna nube empaña;
cuando todo es verdor de primavera
en montaña
y pradera,
y todo alrededor es poesía,
y todo pensamiento, fantasía,
todo suspiro, amor, bellos reflejos
de esperanzas alegres a lo lejos
doran el porvenir; el alma crea
de la belleza la divina idea
en los objetos que la mente acopla,
y hace del mundo una encantada utopia.

  Mas para aquel que como yo la vea
desde el confín opuesto
del opaco horizonte, consumida
en afanes, dolores, desengaños,
cuando es un breve resto
lo que falta a la suma de los años,
es una sombra pálida la vida,
una tarde fugaz, descolorida,
do del pasado entre la niebla oscura,
lo que esperanza fue, placer, ventura,
todo ya se deslustra y desencanta,
y en lívidos espectros se levanta.

  Soy como el caminante fatigado
que va cruzando con medrosa planta
el bosque, verde ayer, hoy, deshojado,
cuando el lucero su fanal suspende
entre nublados, y la noche tiende
su negro manto. ¡Qué de penas graves
mi corazón aquejan,
qué de pérdidas lloro, tú lo sabes,
y la huella profunda ves que dejan
el dolor y, los años juntamente
en mi marchita frente!
¿Será, pues, Pepa hermosa, lo que escribe
el que esta vida de amargura vive,
digno de ti, poético homenaje?
¿Dará el sauce que cuelga su ramaje
sobre las tumbas, bella flor ni fruto,
o canto alegre la mansión del luto?

  Pero aun en este mísero desierto,
a la alegría, a la esperanza muerto,
halaga entre malezas y entre abrojos
algún objeto los cansados ojos,
alguna rosa que embalsama el aura
y el falleciente espíritu restaura:
la tierna madre, la leal esposa,
que guarda su entereza generosa,
y en este siglo de licencia y crimen
en que las leyes conculcadas gimen
y el modesto pudor se vitupera
como tosco resabio de otra era,
del vicio la influencia pestilente
no contamina su virtud severa,
como la sombra de la nube oscura
pasa veloz sobre la fuente pura,
y no le enturbia su onda trasparente.
Esa madre y esposa,
de que yo admiro en ti noble modelo,
es del desierto la nativa rosa
con que embellece alguna vez el cielo,
para ejemplo fecundo
y para adorno de tu sexo, al mundo.

autógrafo

Andrés Bello


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Incluido en Poesías Andrés Bello; prólogo de Fernando Paz Castillo, en www.cervantesvirtual.com