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  A LA SEÑORA DOÑA JULIA CODECIDO DE MORA
SUPLICA EL AUTOR SE SIRVA ESCRIBIR ESTOS VERSOS EN SU ÁLBUM

  Si es humilde homenaje, si es tardío,
encantadora Julia, el que te envío,
perdona a la aflicción, perdona al duelo
en que abrumó mi corazón el cielo.

  Tú supiste la causa de mi lloro,
y también la lloraste, lo aseguro,
que, de cuanto es amable, y tierno, y puro,
tu pecho es el santuario y el tesoro.

  Como tu padre en ti se goza y place,
tal me gozaba yo, tal me placía
en la que ahora helado polvo yace,
presa inmatura de la Parca impía.

  Tú sabes qué celajes de esperanza,
tal vez a un padre el porvenir figura;
celajes ¡ay! que en súbita mudanza,
se me tornaron luego sombra oscura.

  Pues, en ese horizonte arrebolado,
hoy a mis ojos, noche opaca y triste,
verte me parecía, y a tu lado,
la que para su padre ya no existe.

  Creíla a conocerte destinada;
y si permites, Julia, que lo diga,
creíla de tus prendas adornada,
merecedora de llamarte amiga.

  No quiso que lo fuese, concederme
el cielo; a mi ternura arrebatola,
y a tu cariño; muda, yerta, sola,
mi hija querida en el sepulcro duerme.

  Que así tu tierno corazón lastime,
perdona. ¿Puede dar dulces acentos
un alma que, en dolor profundo, gime?
De ayes sólo es capaz, y de lamentos.

  Colgué en un árbol mustio de la selva
mi destemplada lira envuelta en luto;
y si me pides que a pulsarla vuelva,
¿cómo negarte, Julia, este tributo?

  ¡Feliz, si la memoria que grabada
llevo, le vale, y Julia lo recibe,
y el nombre de mi Anita malograda,
que pongo en él, su bella mano escribe;

  Y en este libro, en que, con larga vena,
derrama sus halagos, Poesía,
le da lugar, y lúgubre elegía
entre armoniosos cantos, no disuena!

  Sí, le darás lugar; no el que se debe
al noble ingenio, al inspirado numen
(tanto mis toscos versos no presumen),
sino, en secreta hoja, espacio breve.

  Así tal vez en un recinto ameno,
brillan a competencia Arte y Natura;
el aire está de mil aromas lleno;
onda argentina acá y allá murmura.

  Entre marmóreos arcos, se divisa
bello pensil de espléndidos colores;
y en torno de la ninfa que lo pisa,
brotan del suelo enamoradas flores;

  Y en una parte solitaria, inculta,
do apenas lleva el aura silenciosa
ecos lejanos, débiles, oculta
un sauce llorador funérea losa.

autógrafo

Andrés Bello


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Incluido en Poesías Andrés Bello; prólogo de Fernando Paz Castillo, en www.cervantesvirtual.com